Alonso de Estrada (1470–1530) nació en Ciudad Real, en la región de Toledo, dentro de un entorno donde la nobleza local convivía con familias de fuerte tradición cristiana vieja y también con importantes linajes conversos. Desde su juventud circuló el rumor de que era hijo natural del rey Fernando el Católico, lo cual le habría dado una posición singular dentro de la corte castellana. Aunque nunca se probó oficialmente, dicho rumor fue suficientemente fuerte para que su persona adquiriera un halo de nobleza que le acompañó a lo largo de su vida y que marcaría el destino de su descendencia en las Indias.
Marina Gutiérrez de la Caballería (1472–1552), su esposa, provenía de una de las familias conversas más poderosas e influyentes de Aragón y Castilla. Los Gutiérrez de la Caballería eran de origen judío y habían alcanzado gran prestigio social y económico gracias a su cercanía con la corte, su papel en la administración real y sus vínculos con órdenes militares. Marina representaba a una generación que, tras la conversión de sus abuelos, consolidó una identidad híbrida en la que lo cristiano y lo hebreo quedaban entretejidos, aunque muchas veces bajo sospecha.
Ambos llegaron a la Nueva España hacia los años posteriores a la caída de México-Tenochtitlán. Alonso fue nombrado tesorero de la Real Hacienda y en 1526 ejerció como gobernador interino de la Nueva España, en sustitución de Hernán Cortés. Su labor estuvo llena de tensiones, pues debió hacer frente a la resistencia de los encomenderos, a la presión de Cortés y a las intrigas de otros funcionarios reales. Finalmente, Alonso murió en Veracruz en 1530, mientras que Marina sobrevivió a su esposo y se estableció en la Ciudad de México, donde falleció hacia 1552, rodeada de sus hijos y nietos.
Los hijos del matrimonio formaron parte de la primera nobleza criolla novohispana. Entre ellos destacó Beatriz de Estrada (–), conocida como “La rica hembra”, quien se casó con Francisco Vázquez de Coronado (1510–1554), gobernador de Nueva Galicia y líder de la expedición al norte de México y hasta las Grandes Llanuras de Norteamérica. Con este matrimonio se consolidó una alianza entre dos linajes claves en el proceso de colonización: la descendencia de Alonso de Estrada, ligada al rumor de sangre real, y la de los Vázquez de Coronado, familia hidalga con vocación de conquista.
De este matrimonio nacieron varios hijos que heredaron haciendas, encomiendas y cargos de gobierno en Nueva Galicia y Zacatecas. Entre ellos, Alonso Vázquez de Coronado (–), que se vinculó a la administración local; y Francisco Vázquez de Coronado y Estrada (–), quien dio continuidad al apellido en tierras novohispanas. Estos nietos de Alonso de Estrada consolidaron el poder de la familia en la región minera de Zacatecas, núcleo de riqueza que marcaría la historia novohispana.
La segunda generación de descendientes incluyó también a Marina de Estrada (–), que contrajo matrimonio con el conquistador Juan de Saavedra (–), uniendo nuevamente a los Estrada con linajes de origen extremeño que habían participado en la empresa de Cortés. De esta unión nacieron hijos que participaron como regidores en la Ciudad de México, manteniendo la tradición política de la familia.
En la tercera generación se observa cómo los Estrada-Coronado entroncaron con familias como los Enríquez de Guzmán, los Tello de Sandoval y los Rivas de Guadalajara, ampliando así su red de influencia en el occidente novohispano. Los nietos y bisnietos se establecieron en villas clave como Guadalajara, Zacatecas y Compostela, consolidando un espacio de poder que combinaba minería, haciendas agrícolas y cargos en cabildos locales.
Para la cuarta generación, los Estrada se habían convertido en parte integral de la élite alteña y zacatecana. Algunos de sus descendientes participaron en fundaciones de pueblos, construcción de parroquias y mecenazgo religioso, lo que les otorgó prestigio social en una época donde la religiosidad pública era un signo de poder. La herencia converso-cristiana de Marina seguía siendo comentada, pero ya diluida dentro de un mestizaje social en el que la riqueza y los títulos predominaban sobre el origen.
En la quinta generación, hacia los inicios del siglo XVII, encontramos a los descendientes ya integrados con familias como los Oñate, los Bracamonte y los Ruiz de Esparza, nombres fundamentales en la expansión de los valles alteños de Jalisco y Zacatecas. Estos descendientes mantuvieron viva la memoria de ser nietos y bisnietos de Alonso de Estrada, el tesorero real, y de Marina de la Caballería, la dama conversa, reforzando un mito genealógico que ha llegado hasta nuestros días como una de las bases de la nobleza criolla novohispana.
Así, la unión entre Alonso de Estrada y Marina Gutiérrez de la Caballería no solo fue un matrimonio entre dos personas, sino la conjunción de rumores de sangre real y de la fuerza económica de los conversos, de la autoridad de la Corona y de la audacia de los conquistadores. Sus descendientes, a lo largo de cinco generaciones, encarnaron el destino de la Nueva España: mestiza en sus raíces, noble en sus aspiraciones, y profundamente marcada por el cruce de linajes que le dieron vida.