Tepatitlán de Morelos, conocido como la “Perla de Los Altos”, tiene una historia rica que se remonta a los tiempos prehispánicos. Antes de la llegada de los españoles, esta región estuvo habitada por los Tecuexes, una tribu indígena que destacó por su valentía y resistencia. Los Tecuexes vivían de la agricultura, el comercio y la pesca, y establecieron aldeas en la fértil región que más tarde sería conocida como Los Altos de Jalisco. Estos primeros habitantes crearon una sociedad organizada que veneraba a la naturaleza, especialmente a los manantiales y formaciones rocosas de la zona, las cuales consideraban sagradas.
En 1530, el conquistador Nuño Beltrán de Guzmán llegó a esta región como parte de su expedición hacia el occidente de México. Los Tecuexes ofrecieron una resistencia significativa, pero fueron finalmente sometidos por las armas y las tácticas de los españoles. Fue en este contexto que Tepatitlán comenzó a formarse como un asentamiento colonial, bajo la influencia del sistema de encomiendas. Los españoles introdujeron nuevas formas de cultivo y ganadería que transformarían la economía de la región.
El nombre “Tecpatitlán” proviene del náhuatl “Tetl” (piedra), “Patic” (medicina) y “Tlan” (lugar), que significa “Lugar entre Piedras Medicinales”. Este nombre refleja la importancia cultural y espiritual que los indígenas atribuían a las propiedades curativas de ciertos recursos naturales presentes en la región, como los manantiales.
Durante los siglos XVII y XVIII, Tepatitlán se consolidó como un pequeño centro agrícola. La llegada de misioneros franciscanos jugó un papel crucial en la evangelización de los indígenas y en el establecimiento de las primeras capillas. En 1742, se construyó la primera iglesia significativa del poblado, dedicada a San Francisco de Asís, marcando un hito en la consolidación de la fe católica en la región.
La economía del pueblo durante esta época estaba basada en el cultivo de maíz, trigo y agave, así como en la crianza de ganado. Este último se convirtió en una fuente de riqueza para los habitantes, estableciendo las bases para el desarrollo de la ganadería y la producción de derivados como el queso y el cuero, que todavía son emblemáticos de la región.
La Guerra de Independencia (1810-1821) tuvo un impacto significativo en Tepatitlán. Muchos de sus habitantes, inspirados por los ideales de libertad y justicia, se unieron a las filas insurgentes. Las tropas del cura Miguel Hidalgo y de José María Morelos pasaron cerca de la región, dejando su influencia en los pobladores. Durante este periodo, Tepatitlán fue un punto de apoyo para los movimientos de resistencia contra el dominio español.
En 1824, tras la consumación de la Independencia, Tepatitlán fue integrado al estado de Jalisco como cabecera municipal. Esto marcó el inicio de una nueva etapa en su desarrollo político y social. Sin embargo, la región enfrentó desafíos económicos y sociales derivados de la reconstrucción nacional tras la guerra.
A finales del siglo XIX, en 1883, Tepatitlán fue elevado a la categoría de ciudad. Este cambio trajo consigo un mayor impulso para el desarrollo de infraestructura y servicios públicos. Durante esta época, se construyeron importantes edificaciones, como el Mercado Municipal y la Parroquia del Señor de la Misericordia, cuyo estilo neogótico sigue siendo un ícono arquitectónico del municipio.
El siglo XIX también estuvo marcado por el auge de la ganadería en la región. Tepatitlán se convirtió en un importante centro productor de carne y productos lácteos, destacando por la calidad de su ganado. Este desarrollo económico fortaleció la identidad de la ciudad como un punto clave dentro de Los Altos de Jalisco.
La Guerra Cristera (1926-1929) fue otro evento crucial en la historia de Tepatitlán. Los habitantes, profundamente arraigados en su fe católica, resistieron las políticas anticlericales del gobierno de Plutarco Elías Calles. En esta lucha destacaron figuras como Anacleto González Flores, un líder cristero nacido en Los Altos de Jalisco. Su ejemplo inspiró a muchos habitantes a defender sus creencias, dejando un legado de valentía y devoción.
El conflicto cristero dejó una profunda huella en Tepatitlán, consolidando su reputación como un bastión del catolicismo en México. A pesar de la violencia y las pérdidas humanas, el pueblo emergió con una identidad reforzada, que sigue siendo evidente en sus tradiciones religiosas y festividades hasta el día de hoy.
Durante el siglo XX, Tepatitlán experimentó una modernización significativa. La construcción de carreteras, escuelas y hospitales permitió mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Además, la migración hacia los Estados Unidos de muchos de sus pobladores contribuyó al desarrollo económico mediante el envío de remesas, que transformaron la infraestructura local.
La Feria Tepabril, establecida formalmente en el siglo XX, se convirtió en una de las celebraciones más importantes de Tepatitlán. Esta feria, que combina eventos religiosos, culturales y recreativos, refleja el espíritu festivo y la identidad alteña. Atrae a miles de visitantes cada año, fortaleciendo el turismo y la economía local.
La agricultura y la ganadería continuaron siendo pilares económicos de Tepatitlán durante el siglo XX. La región se especializó en la producción de productos lácteos, particularmente quesos, que alcanzaron reconocimiento nacional e internacional. Este sector, junto con la producción de tequila, ha consolidado a Tepatitlán como un referente económico en Los Altos de Jalisco.
La educación también recibió un impulso durante este periodo. La creación de escuelas técnicas y universidades fortaleció el desarrollo de la juventud, preparando a nuevas generaciones para contribuir al crecimiento de su comunidad. Esto ha permitido a Tepatitlán adaptarse a los desafíos de la modernidad sin perder su esencia tradicional.
Hoy en día, Tepatitlán es una ciudad dinámica que combina tradición y modernidad. Su centro histórico, con calles empedradas y edificios coloniales, contrasta con las modernas instalaciones y servicios que ofrecen calidad de vida a sus habitantes. Este equilibrio ha permitido a la ciudad mantenerse como un referente cultural y económico en Los Altos.
Tepatitlán es conocido también por su legado religioso. Las peregrinaciones al templo del Señor de la Misericordia y las festividades patronales son eventos que unen a la comunidad y atraen a visitantes de todo México. Estas celebraciones son un recordatorio del profundo sentido de fe y unidad que caracteriza a su gente.
La identidad de Tepatitlán se basa en su rica historia, su cultura vibrante y la resiliencia de su gente. A lo largo de los siglos, ha demostrado ser un lugar donde la tradición y el progreso conviven armoniosamente, convirtiéndose en un símbolo de orgullo para Jalisco y para México.
En cada rincón de Tepatitlán se encuentra una historia por contar, desde las hazañas de los Tecuexes hasta las luchas por la independencia y la fe. Este legado, cuidadosamente preservado por sus habitantes, asegura que la ciudad seguirá siendo un faro cultural y espiritual para futuras generaciones.